El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

martes, 12 de diciembre de 2023

"En todo soy argentino y en todo soy Nacional"



 

Para continuar celebrando la dichosa iniciativa de renombrar a Radio Nacional Jáchal y agregarle el nombre de Buenaventura Luna, compartimos parte del mensaje que nos hiciera llegar el Profesor Javier Nicolás Llanos, director de la emisora, quien nos comunicó la noticia destacando la “colaboración desinteresada del Prof. Mario Omar Echegaray, persona ligada estrechamente a la vida cultural de nuestro pueblo y también de Domingo Ernesto Jofre, locutor y trabajador cultural de nuestra emisora, quienes acudieron inmediatamente para aportar su granito de arena en la fundamentación para tan importante hecho y considerado acto de justicia en homenaje a nuestro máximo exponente Don Eusebio de Jesús Dojorti”.


Es muy sustantivo, también, que Llanos puntualice que esta decisión representa la “voluntad de todo un pueblo y sobre todo, de todas las personas que conformamos LRA 51 Radio Nacional Jáchal y Radio y Televisión Argentina por cumplir y realizar tan importante hecho trascendente que nos enorgullece a todos”, palabras que se reflejan en las imágenes del acto realizado el día 7 y de las cuales seleccionamos un par que esperamos representen a quienes hacen RN Jáchal: sus trabajadoras y trabajadores.

 

De nuestra parte, quisiéramos hacer un pequeño aporte que acompañe tan importante y emotiva decisión, y para ello nada nos parece más adecuado que insistir en la importancia que Dojorti le dio a la palabra.

 

Hablamos entonces de la palabra dojortiana y del habla popular, que es la que Buenaventura se ocupó de llevar a la radio. Por sus biógrafas, sabemos que desde muy temprano la palabra hablada y la palabra escrita se hicieron presentes en su vida con singular intensidad. Así, por ejemplo, Eusebio nació en una casa en la que los libros tenían un lugar destacado, y creció y pasó su infancia y parte de su adolescencia entre las historias orales de los fogones, sean los del Molino de los Dojorti o los de las arrias del camino. Conocemos de sus tempranas dotes oratorias en los actos escolares, y de su también temprana vocación por la escritura, cuando a los 12 años le publican su primer artículo y a los 14 compone unos versos debido a que una jovencita lo rechaza.

 

Más adelante, en las tareas de su militancia encuentra el modo de canalizar las posibilidades expresivas, tanto de la palabra hablada -cuando Eusebio pronunciaba discursos a la par de Federico Cantoni- como de la palabra escrita, ejerciendo el periodismo primero en La Reforma y Debates, y luego en La Nueva Política y en La Montaña. Lo hallamos luego, durante el lapso pasado en Tamberías, leyendo a sus compañeros la Historia de Cristo en un encierro de obligada intimidad.

 

Tras evadirse de aquella cárcel cordillerana, hay una foto que testimonia el momento en que improvisa un discurso sobre las peripecias de la fuga frente a tres mil almas expectantes ante los balcones del diario La Libertad de Mendoza. Un año antes de la evasión había escrito el cuento “Un trato con el diablo”, donde su dominio del lenguaje popular salta a la vista. Tenemos, entonces, a un Eusebio Dojorti en plena posesión de sus capacidades retóricas, sean éstas las de la palabra hablada o las de la palabra escrita.

 

Capacidades retóricas de las cuales va a hacer un uso deliberado y proficuo en la radio. Para lograrlo, trabaja de manera incansable escribiendo los libretos de sus audiciones porque juzga que la radio es el vehículo ideal para que los oyentes puedan gozar de “la palabra embellecida por la inflexión humana del sentimiento en el misterio del aire”, como dice en un escrito en el que analiza el devenir de la radiotelefonía argentina tal como él la conoció, y la conoció bastante. Comprende que la necesidad existencial de la voz humana se alcanza a través del sentimiento, y por eso busca “La palabra -la inflexión mínima de la voz- como vehículo fiel de los más íntimos movimientos del alma; y luego, el acento conmovido de los cantores, dolidos de tiempos y leguas, abrumados de ausencias y sedientos de ternuras de mujer”.

 

Sin embargo, ese decir suyo estaba arraigado -como dice en una de sus Sentencias del Tata Viejo- en “un silencio profundo”. Buenaventura sabe que es dueño de sus silencios pero, puesto a hablar, adquiere un modo avasallante, propio de quien tiene sólidas y bien razonadas certezas. Y sabe, mejor que nadie, del poder convocante que puede ejercer el timbre cavernoso y profundo que ha ido adquiriendo su voz, y de la capacidad de seducción de su oratoria: “Se iluminó la banda del receptor (…) Se hizo un silencio casi religioso en el concurso apretado, mientras una voz describía el clima de un rodeo a campo abierto, a la que se agregaba la sugestión viajera de una lejana resonancia de cencerros. Casi tímidamente al principio, con segura firmeza después, se alzó el puntear de las guitarras y el cantar ausente y conmovido. Me dediqué a contemplar aquellos rostros de intemperie; y al notar que se iban endureciendo hasta adquirir una rigidez de piedra a medida que se hacía más intensa y poderosa la sugestión de aquel mensaje que les llevaba el aire nocturno, comprendí que el milagro estaba hecho”.

 

El fragmento confirma que cualquiera de las posibles formas del llamado criollismo (leídas, cantadas, representadas o irradiadas) venían a revincular al hombre con la tierra que debió abandonar. Pero el fragmento también nos lleva a una de las ideas más persistentes de Eusebio Dojorti: su fe en la palabra. Leamos parte de una entrevista:

 

“Buenaventura Luna: Puede considerarse que una expresión artística regional es pura cuando nace inspirada por los sentimientos que suscita en el artista la contemplación amorosa y en absoluto leal del propio panorama geográfico y humano (…) Y como la parla (…) supone en rigor la gravitación de una suma más o menos rica de tradiciones familiarmente vigentes en el medio regional, es obvio señalar que (…) la palabra comienza a funcionar como su principal elemento de auxilio. O, mejor, se convierte en dócil instrumento expresivo suyo.

 

Pregunta: ¿Por qué la palabra, y no algún otro medio de expresión? El dibujo, la pintura, la música por ejemplo.

 

B.L.: Porque yo estoy con los que creen que el de la palabra es el arte supremo (…) ¿acaso la palabra no es dibujo, forma y color, y también música en el aire? (…) Si no fuera por la palabra -prosigue Luna-, el hombre no hubiera experimentado jamás la necesidad de pensar. Ella no sólo lo ha liberado sino que lo ha elevado por sobre el instinto, aproximándolo a la noción milagrosa o, más todavía, a la sublime idea salvadora de la existencia de Dios (…) Se me ocurre que sólo la palabra es capaz de dar a la inteligencia y a los sentidos la exacta dimensión satisfactoria de todos los valores del espíritu. No sólo es el menos rígido, sino el más flexible, el más libre y noble de los elementos de que puede disponer un artista. Al describir un prado soleado y sonriente o un bosque umbroso y nocturno como al discurrir sobre la gregaria actividad del hombre, Cervantes es músico sin Wagner, pintor sin Leonardo, escultor sin Miguel Ángel”.

 

Este credo dojortiano, que hemos sintetizado como “La Superioridad de la Palabra”, nos regresa a la relación inescindible entre lenguaje y escritura, entre palabra hablada y palabra escrita. En este sentido, Eusebio/Buenaventura se parece, por formación y por elección, a aquellos sabios irlandeses que podían oficiar como oradores y como escritores. Algo le debía venir también a través de la sangre, algo así como la confianza en sí mismos que trasuntaba la temprana literatura irlandesa, o esa “antigua idea celta de que sólo en la literatura es posible vislumbrar la conciencia de un pueblo”.

 

Por eso, quien a lo sumo se definía como “escritor costumbrista”, llegó a proyectar la edición de al menos dos libros: uno se llamaría La villa y el rancherío, y el otro Lecturas para los gauchos de los últimos ranchos. Para este último, que pretendía editar en 1946, Luna llegó a imaginar una portada donde se daba una situación de lectura en voz alta en un entorno campesino. La imagen –además de evocar una escena reiterada a partir de la publicación del Martín Fierro- funciona como un alegato de la importancia de la voz popular dentro de la historia nacional y como fundamento de buena parte de las tradiciones comunitarias argentinas.

 

Por Carlos Semorile.

jueves, 7 de diciembre de 2023

Un luminoso día de justicia


   El nombre de Buenaventura Luna es el apropiado para singularizar todavía más a Radio Nacional Jáchal, pues Eusebio Dojorti hizo muchísimo por rescatar y dignificar el valor de la palabra en cualquiera de sus posibles usos: la oralidad gauchesca, la oratoria política, la escritura en sus diversas vertientes desde el ensayo a la poesía, la de las glosas que servían de introducción a los temas de La Tropilla de Huachi-Pampa, las letras de sus canciones, los preciosos textos de sus diversos programas de radio, la de su propia voz llegando irradiada a las audiencias. Es emocionante, entonces, que obtenga este merecido reconocimiento de sus queridos paisanos jachalleros. Y que permanezcan hermanados su nombre con el de Jáchal.

 

Por Carlos Semorile.

sábado, 26 de agosto de 2023

Lo que viaja en el corazón de la palabra


    De entre las canciones, poemas y textos donde Eusebio Dojorti habla de su tierra, “El Molino de Huaco” aborda un asunto que nos parece medular. Luego de relatar los diferentes intercambios comerciales que allí se dan a lo largo del día, dice: “Cuando los rayos del sol besan la cruz del molino, la paisanada aguarda el turno de la muela entregada a pasatiempos diversos de fuerza y destreza (aunque…) los más prefieren el calor de los fogones, el mate a la ronda y los choclos al rescoldo”.

Enseguida señala que “Comienza entonces la verdadera vida social de pastores y troperos, hombres sabidos en la ciencia de la paciencia sin gritos ni lloros y de la mansedumbre siempre igual”. Y una vez presentada la situación que reúne y convoca a los personajes alrededor de los fogones, plantea una síntesis formidable: “Habla entonces, entre bandas inmensurables de silencio, la cultura”.

La “verdadera vida social” se inicia cuando, según Buenaventura, las huaqueñas y los huaqueños toman la palabra y, al tomarla, dan inicio a un fenómeno tan inconmensurable como el silencio mismo: la cultura.

Siguiéndolo a Luna, los relatos que los paisanos comienzan a escuchar a partir de ese momento crucial y mágico, están preñados de aquello que viaja en el corazón de la palabra: la memoria y la historia. En ese orden, porque no es la Historia de los libros sino la de “las cruces de los llanos” (como reza una antigua copla que él citaba a menudo), es decir la historia tal como la atesora la memoria popular.

Llegados a este punto, se impone reconocer que el pueblo de Huaco, a partir de la centralidad que mantuvo la figura y la obra de Dojorti/Luna para toda su comunidad, ha sostenido a lo largo del tiempo una práctica que siguió privilegiando la conjunción de la memoria y la historia en clave popular y, al mismo tiempo, como continuidad de ese tomar la palabra para no dejar de ser ellos mismos.

En la transmisión generacional de ese tesoro popular a través de la oralidad y de celebraciones conmemorativas cada 19 de enero y cada 29 de julio (fechas del natalicio y fallecimiento de Dojorti), las huaqueñas y los huaqueños han sabido ejercer aquello que por lo general se le pide a la Historia que brinde como enseñanza: una conexión con el pasado compartido como colectividad que se reconoce en una identidad que los singulariza y les permite sostener su propio entramado social.

Todo lo han hecho desde iniciativas surgidas en su seno y mantenidas al margen de cualquier apoyo oficial. Por ello sería un acto de estricta justicia que a Huaco se le reconociera su carácter de pueblo histórico, tanto por las razones que expone José Casas, como porque sus paisanas y paisanos tomaron la palabra y, en ella, el latido de su memoria y de su historia. 

 Por Carlos Semorile.

sábado, 27 de agosto de 2022

Zamba Triste - Gabo Miranda (Bolivia)

“¿Cómo voy a perdonar a mis lectores… si ya les he publicado todo?”

Por Carlos Semorile

 

Seguimos publicando fragmentos de los libros dedicados a Buenaventura Luna, con la idea de ver de qué modo fue considerado por algunos de sus contemporáneos. En este caso, la semblanza la tomamos de la primera biografía que las profesoras jachalleras Mercedes Gallardo Valdez y Elba Peluso de Grossi editaron en 1962, “Buenaventura Luna, mensaje de tierra adentro”. Nos interesa destacar lo que aquí dice Dojorti respecto de que su obra fue siendo publicada con mi firma o sin ella… con seudónimos diversos, en diarios y revistas”, e inclusive agrega “por radio, en fin”, de modo que habría que admitir que él consideraba que el fugaz tiempo de la radio era una manera de dar a conocer su pensamiento -no menos importante que las otras-, y que admite haber utilizado diversos seudónimos y no sólo el de Luna:   

 

“En una oportunidad un periodista lo entrevistó, y quizás con intencionada y noble actitud, le recordó que el poeta sanjuanino Antonio de la Torre había vaticinado en el Ateneo Lafinur de San Luis la inminencia de una gran novela regional, producida por un hombre joven, al que le asignaba verdadero talento de escritor; se refería a Buenaventura Luna. Y éste le respondió:

 

De la Torre es poeta, es un fuerte poeta… Pero me sobreestima porque es mi amigo y me quiere. Y agregó cachaciento: De la Torre no quiere creer que yo no tengo escrita ninguna novela costumbrista ni libro de ninguna laya. Y suele insistir en decirme que publique un volumen siquiera, porque se resiste a pensar que yo solamente escribo, cuando de una u otra manera se me ha creado la ineludible obligación de hacerlo. Quiero decir que todo lo que tengo escrito ya se ha publicado de un modo u otro, con mi firma o sin ella… con seudónimos diversos, en diarios y revistas, por radio, en fin. Y como disculpándose siguió: Siendo ello así, como lo es, bien pudiera yo parodiar a Rodrigo de Narváez. Ustedes tal vez no recuerden que cuando al fin se moría, de serena muerte, aquel glorioso guerrero de Isabel la Católica a quien apelativaron ‘El Bueno’, al preguntarle su confesor -como es de ritual- si perdonaba a sus enemigos, Rodrigo de Narváez se incorporó en el lecho de agonía y, a su vez, le preguntó cándidamente al confesor: ¿Cómo voy a perdonar a mis enemigos… si los he matado a todos?

 

Y con humildad e ironía agregó aún: ¿Cómo voy a perdonar a mis lectores… si ya les he publicado todo?”.