El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Eusebio Dojorti y la Cuestión Nacional (Primera Parte)


Hoy miércoles 8 de agosto de 2012 se cumplen 80 años de la  fuga de Eusebio Dojorti y sus compañeros del diario La Montaña de la cárcel de Tamberías, en la cual habían sido confinados por el gobernador Federico Cantoni por cuestionar la alianza del bloquismo con los sectores conservadores a los que habían combatido toda la vida. Más allá de los pormenores ciertamente épicos en que se desarrolló todo el episodio, los antecedentes y las consecuencias políticas de este enfrentamiento nos permiten ver el modo en que el futuro Buenaventura Luna se acercó a la Cuestión Nacional, y de qué manera se posicionó clara e invariablemente dentro del campo nacional, popular y democrático.

Con apenas 16 años, Eusebio Dojorti se escapó de su casa para viajar por el país argentino. Conoció el incipiente desarrollo industrial de algunas regiones, y advirtió el contrapunto entre ese desenvolvimiento y la decadencia económica del “vallecito”. Para esa época, San Juan iniciaba, bajo el liderazgo de Federico Cantoni una serie de cambios políticos y sociales que sintonizaban con el proceso que el yrigoyenismo había comenzado años atrás, pero que a la vez profundizaba ese camino de reparación social. “El pueblo criollo creyó que había sonado la hora de su liberación económica y espiritual”, y el joven Eusebio pensó lo mismo. Durante cuatro meses se enclaustró a leer para poder sentarse de igual a igual en las tertulias de la vida intelectual de la ciudad. Lo que equivale a decir en la vida política de la capital sanjuanina.

Dojorti estudiaba porque estos movimientos “populistas” (el yrigoyenismo, el lencinismo y el cantonismo) venían a revolucionar las sociedades conservadoras de principios del siglo XX. El cantonismo impulsó suficientes medidas sociales como para considerarlo precursor del peronismo. El estado bloquista comenzó a redistribuir los ingresos a favor del chiniterío, chocando de inmediato con la Liga de Defensa de la Propiedad, la Industria y el Comercio de San Juan, con los bodegueros y viñateros. También los socialistas atacaban las medidas que favorecían a los trabajadores, curiosidad que Cantoni explicaba diciendo: “Nosotros somos un peligro para ellos, porque estamos interpretando en parte el programa del Partido Socialista”.

La oposición llegaba a extremos inusitados de violencia simbólica a través de la prensa escrita. Los diarios conservadores denostaban constantemente a Cantoni y al bloquismo. Celso Rodríguez recopila los siguientes agravios: “desborde de barbarie, iracundia salvaje, personaje de toldería, sátrapa, gobierno bárbaro y barbarizante, comunismo semigaucho, oficialismo mazorquero”. Bajo este hostigamiento permanente, pero también en medio de la más absoluta libertad de prensa, Dojorti comenzó a trabajar como redactor de los diarios oficialistas La Reforma y Debates, desde donde se contestaban aquellas críticas. Esta puja entre discursos supuso una discusión sustantiva sobre el rol profundo del periodismo, su papel como ocultador o como formador, y Eusebio se forjó como militante y periodista en ese clima de fuerte disputa política en torno a los usos de la palabra pública. Siempre fue un periodista de opinión, sin falsas imparcialidades u objetividades.

Además, se destacaba como un fogoso orador y, según José Casas, llegó a ser “secretario de la gobernación durante el primer gobierno de Cantoni”. A la oposición de conservadores y socialistas se le sumaban los yrigoyenistas, que combatían a lencinistas y cantonistas. El personalismo de los líderes pesaba más que la historia y el hecho de provenir de un mismo tronco ideológico. Esta falta de perspectiva política iba a llegar hasta el absurdo de que los tres movimientos populares se aliaran a sectores conservadores para combatirse mutuamente (los cuyanos -más sus ocasionales aliados- contra yrigoyenistas, y viceversa), en vez de apoyarse para neutralizar a quienes los atacaban tanto por derecha como por izquierda. La oposición apoyó una intervención federal que terminó con la primer experiencia bloquista por pretender cambiar los ejes del debate cultural.

En lo sucesivo, las contradicciones no hicieron más que agravarse. El nuevo gobernador bloquista fue Aldo Cantoni y sancionó una Constitución absolutamente de avanzada a nivel nacional. Paradojalmente, mientras el establishment sanjuanino se esperanzaba con el retorno de Yrigoyen, los bloquistas apoyaban al radicalismo anti-yrigoyenista pues creían que esa alianza evitaría una nueva intervención. Durante la campaña a favor de la fórmula antipersonalista, Dojorti acompañó a Federico Cantoni a Buenos Aires y le salvó la vida en pleno centro porteño.

Pero el alvearismo fue aplastado sin piedad por Yrigoyen, y Eusebio rescataría cruciales enseñanzas de aquella campaña. Se hacía necesario aglutinar conciencias desde una visión nacional, sin mezquindades, para avanzar desde las conquistas políticas hacia la plenitud de los derechos sociales. Era necesario acompañar al gobierno popular y por ello, como explica Luis Garcés, Dojorti encabezó “un movimiento democratizador al interior del bloquismo”, pues “no había digerido adecuadamente las alianzas con el antipersonalismo nacional alvearista”. Si hasta el momento el cantonismo había actuado en defensa propia y de la autonomía provincial, ahora comenzaba un viraje que iba a alejarlo del frente nacional. Dojorti vislumbraba el peligro que estas divisiones estériles le provocaban al movimiento democrático, y que en poco tiempo dejaría inerme a Yrigoyen cuando Uriburu, Justo y el diario Crítica le diesen un golpe con “olor a petróleo”.

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