El Pensamiento de Buenaventura Luna

Eusebio de Jesús Dojorti, popularmente conocido como Buenaventura Luna, fue un destacado folklorista sanjuanino nacido en 1906 en Huaco y fallecido en 1955 en la ciudad de Buenos Aires. Pese a que éste es su perfil más conocido, su trayectoria pública tuvo muchas otras facetas: fue militante político, periodista, escritor costumbrista; creador, director y productor artístico de grupos de música nativa; libretista y animador de sus propios programas radiales; poeta, músico, letrista y recitador. En cada una de estas áreas puede rastrearse una rabiosa piedad política por el semejante, por el hombre y la mujer humildes del país argentino, por la Justicia Social. Este blog intentará dar cuenta de la originalidad y la riqueza que Dojorti/Luna desarrolló en su infatigable laborar en el ámbito de la Cultura Popular: una reflexión que puede enmarcarse dentro del Pensamiento Nacional pero también, y a la vez, un pensamiento propio. Un Pensamiento Dojortiano.

viernes, 28 de marzo de 2014

Testamento

Por Carlos Semorile

 

Esta es una carta que Eusebio Dojorti le escribió al mayor de sus muchachos, José María “Marucho” Maestre. Pero leyéndola se puede advertir que, más que una carta, este es el testamento de un padre hacia su hijo. Un testamento ético en el que se revelan los anhelos más íntimos de un Eusebio todavía joven pero que, sabiéndose enfermo, le habla a Marucho desde “los umbrales de la vejez”.

 

Tuve la fortuna de que Marucho me narrara muchos de sus encuentros con “El Viejo”. Encuentros y también encontrones, donde los temas de la política argentina e internacional eran motivo de disputa entre el padre “nacional” y el hijo marxista, pero donde a la vez dirimían quién era mejor poeta, si Miguel Hernández –el preferido de José María- o Antonio Machado, el elegido por Eusebio. Y pasados muchos años, alguna vez lo escuché a Marucho desgranar las coplas del sevillano (“Murió don Guido, un señor de mozo muy jaranero, muy galán y algo torero; de viejo gran rezador”), para finalizar diciendo: “El Viejo tenía razón”.

 

Poetas y razones al margen, no puedo olvidar aquí que Olga Maestre se lamentó siempre de que la temprana partida de Eusebio privara a sus hijos de las posibles charlas e iluminaciones entre “El Papi” y sus muchachas y muchachos. Esta carta, este escrito o, si se quiere, este testamento es una prueba irrefutable de que Olga estaba en lo cierto.

 

 

Mi querido “Marucho”:

                                Tú eres un hijo muy bueno, muy inteligente y muy capaz. Mereces un hermoso destino; y yo no tengo cosa mejor que desear en el resto de mi vida. 

Mi vida no es un ejemplo de virtudes, pero lo es de sufrimiento y experiencia. Tengo que  pedirte tres cosas:

Primera de todas: que seas manso y tolerante con tu pobre madre, que ha sufrido más que tú y que yo.

Segunda: que nunca caigas ni en pensamiento ni en acto alguno del que tuvieras que avergonzarte ante el mundo. Esto es: en pensamiento o acto que no pudieras tener públicamente. Tienes que respetarte en tu soledad. Y así serás fuerte y alcanzarás el triunfo o la gloria que yo anhelé para mí, y que no pude alcanzar.

Tercero: que sigas estos tres consejos de tu padre. Y que cuando tengas alguna duda en su interpretación, vengas como ahora –con la cara inocente y limpia- a consultarlo.

Aparte de esto, nunca te verás en la humillación de tener que mentir o mostrarte cobarde ante nada.

Tú vez mis vicios: no los contraigas, porque yo me arrepiento y me avergüenzo de ellos, sin poder dejar de ser su prisionero. Sin embargo –y ya en los umbrales de la vejez- trataré de libertarme en homenaje a la amistad que debe ligarnos siempre y al respeto que te debo con mi cariño.

No sigas el mal ejemplo de los muchachos callejeros, que comienzan por compadrear con el primer cigarrillo. Estudia y sé activo contra todo: contra el frío y el calor, contra el miedo y el hambre y el cansancio.

Si sabes escucharme, tú llegarás a ser una cabeza de las altas que dirigen a los demás. Y yo podré morir dichoso de descansar en tu hombría, orgulloso de ti y de todos tus hermanos menores. Tu padre

                                                                 E. J. Dojorti.